Conocí a José Ángel Richter Echevarría a finales de 1993, cuando todavía no existían Tomógrafos PET en España y unos días antes de comenzar mi estancia como Médico Interno Residente en el Servicio de Medicina Nuclear de la Clínica Universidad de Navarra. La imagen que trasladaba, la sigue trasladando, era la de un profesional comprometido, serio, pero al mismo tiempo, cercano y jovial, exigente y con visión de futuro. Un hombre culto, apasionado de la Historia y con muchas anécdotas en el bolsillo, con las que amenizar una intensa sesión de casos clínicos o con las que suavizar una merecida reprimenda por haber metido pata. ¡Todo un Caballero!
La suerte del afortunado consiste en estar en el sitio adecuado y en el momento oportuno. Yo soy un afortunado. Por aquellos años no había libros de texto sobre Medicina Nuclear, ni recursos en Internet, ni aplicaciones de Medicina Nuclear para smartphones. El residente se formaba con los trabajos de “formación continuada” del Seminars Nuclear Medicine, con las sesiones departamentales y, sobre todo, por “ósmosis”. La bibliografía sobre PET era inimaginable. Guardo en mi biblioteca particular un ejemplar, personalmente dedicado por el editor, del primer libro en castellano sobre la Tomografía por Emisión de Positrones (PET Tomografía Molecular. Fundamentos y Aplicaciones). El texto de la dedicatoria forma parte de mis recuerdos más entrañables y me la reservo. Todo era nuevo para mí. Comenzaba mi vida profesional en el ámbito hospitalario y en un Servicio ilusionante, donde reinaba el compañerismo, el espíritu de servicio y el afán por las cosas bien hechas.
El “jefe” era libérrimo para emprender e innovar, aunque lo supervisaba “todo”; era exigente con sus residentes y marcaba un estricto calendario asistencial y de producción científica. Había que ir a trabajar los sábados por la mañana y la tarde de los domingos había que hacer el ingreso de los pacientes de terapia metabólica y preparar la sesión de los lunes. De R2, uno se distanciaba del gammágrafo lineal, la gammacámara unicabezal, el densitómetro y el mundanal ruido de las gammagrafías de Tecnecio, Galio y Radioyodo, adentrándose en el “fascinante mundo del laboratorio”.
La preocupación por la formación integral de sus residentes se constata por la obligatoriedad de estudiar la física de las partículas y los componentes electrónicos de la gammacámara, que con mucha paciencia nos explicaba el doctor Josep Martí. “Un médico nuclear debe conocer cómo funciona su equipamiento, de la misma forma que un cardiólogo sabe cómo funciona su fonendo”, solía decir el Dr. Richter. Iban pasando los años y llegó el PET al Servicio. Nadie de los que coincidimos allí en aquel momento imaginábamos lo que daría de sí. El “jefe”, sí; y todos mirábamos como niños asombrados los “depósitos” de FDG y su trascendencia clínica.
El Servicio de Medicina Nuclear de la CUN se convertía en punta de lanza y nunca ha muerto de éxito, porque el éxito verdadero no es pasajero y hay que gestionarlo. El liderazgo de José Ángel Richter al frente del servicio de Medicina Nuclear de la CUN se ha visto reflejado en todos los pacientes que han sido atendidos por él, en la producción científica que le avala; algunos de los trabajos publicados, como la visualización, mediante PET, de la actividad del transportador de bicarbonato en la Cirrosis Biliar Primaria o la de los vectores de terapia génica, convertían al Grupo del Dr. Richter en pioneros a nivel mundial. Él mismo impulsó la síntesis y producción de nuevos radiofármacos, más allá de la FDG. Mostraba un celo constante por la docencia y su espíritu aventurero con un itinerario meridianamente definido y muy reflexionado; eran otras de sus características.
Conceptos como multidisciplinariedad, trabajo, compromiso, innovación, adornan su trayectoria. A lo largo de sus años de ejercicio profesional, ha aglutinado en su entorno a un equipo formado por médicos, físicos, químicos, farmacéuticos e ingenieros. Supo ilusionar a grandes grupos de investigación nacionales e internacionales, con los que colaboró. Precisamente, “Cómo afrontar la Innovación” fue el título de su última lección magistral que impartió desde el Atril del Aula Magna de la Universidad de Navarra, con motivo del homenaje que se le tributó en el día de su jubilación. En ella hizo un paralelismo entre las oportunidades que brinda la vida profesional, la visión del futuro de la Especialidad de Medicina Nuclear, el escenario donde se desarrolla y el tesón por seguir luchando. El servicio de Medicina Nuclear de la Clínica Universidad de Navarra es la proyección de la vida profesional del Dr. Richter, porque “las instituciones se hacen con la vida y las actitudes de las personas que han trabajado allí, porque la vida ha sido vivida allí” (palabras del profesor Jesús Prieto en su presentación del acto académico) y “José Ángel Richter ha sido uno de los pilares que ha engrandecido la Medicina Nuclear española” (Sr. Gómez Cantero en su presentación del acto académico).
El verdadero legado de José Ángel Richter Echevarría ha sido “el estilo” que ha impregnado toda su gestión, sus iniciativas, su visión del desarrollo de las exploraciones. Pero, sobre todo, su legado para la posteridad ha sido, todos sus residentes que nos congregamos el pasado 18 de septiembre para tributarle un merecido y cariñoso homenaje en su jubilación.
¡Gracias, Jefe!
Fdo. Antonio Cabrera
Uno de sus residentes